ANÓNIMA

Nunca supe cual era tu nombre,
hermosa y blanca doncella,
y aunque nunca miraste a éste hombre,
yo en tus ojos vi que descansaba el brillo de las estrellas.

Linda y piadosa dama,
no tuve el placer de conocerte en persona,
yo hubiese deseado conocer los secretos de tu alma,
y sentir en mi rostro el cabello que te adorna.

En el fondo de tus labios,
y a la orilla de tus pensamientos,
me hubiera gustado oir tu consejo sabio.

Para mi mente serías droga y medicamento,
la flor de la esperanza que la plaga nunca comió,
pero cuando quise actuar, tú desapareciste en el momento.

18/01/2016

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