Para la Isabel más bonita que existe
La verdad es que a poco más de un año de haberte conocido, aún sigo sintiendo muchas cosas por ti. Y lo sé, tú estás con él, lo quieres a él, lo prefieres a él.
Creo
que nunca expresé de manera adecuada todo el remolino de sentimientos que ahora
padezco por ti, y sumado a todo lo que pasamos juntos quiero que sepas que te
quiero mucho.
En un
momento de mi vida en el que nada ni nadie me hacia sentir enamorado, llegaste
tú y me hiciste sentir algo que logró la sublimación de mis sentidos del
juicio, algo que opacó mi razón, y lo peor es que te sigo padeciendo porque aún
eres y representas todo lo que me encanta y me enamora de otro ser humano.
Para mí,
una diosa piel canela cuyo cabello es tan largo y negro como las noches de
insomnio en las cuales suelo perderme. Un avatar de la diosa Xochiquétzal, una
broma cruel de los dioses hacía mí, porque tú eres todo lo que más deseo,
porque tienes todas esas virtudes y defectos que me vuelven loco, porque te
deseo, porque quisiera comerte a besos y enredarte entre mis brazos, porque
cedería la mitad de mi universo para que tú completaras la otra mitad, porque
eres el aguamiel que endulza mis pensamientos, porque eres todo lo que quiero y todo lo que siempre quise… y aún así no puedo tenerte en mi
vida.
En
esta historia soy un Sísifo atrapado en un cerro, un naufrago que se quedó
atorado entre tu larga cabellera de cielo nocturno, telar de la noche,
hilandera de mis más dulces sueños. En algún lugar te nombré la flor más bella
del ejido, pero, para ti no es algo más que una burda banalidad.
Y
aunque no soy el culmen de tu deseo, yo durante un tiempo te consumí cual
ambrosía, y en aquellos días habría dado todo de mí por tenerte en mi vida,
quizá ahora también lo haga. Y es que te culpo a ti, niña hermosa, por
envenenar mi alma con tus dulces y tersas palabras, por hipnotizarme con tu
mirada tierna, por hacerme desear besar tus labios, por hacerme desear perderme
dentro de esos ojos turmalina. Porque tú querías a otro mancebo, mientras tú me
dabas a beber del río que brotaba de tus manos de monte. Más no puedo culpar a
nadie por haber provocado la ira de los dioses sobre mí.
Y lo
peor es que ese chico no parece un mal sujeto, pero, y aunque él te trata bien,
yo te trataría mejor. Porque, ¿Quién no trataría bien a la Isabel más hermosa
que hay sobre la faz de la Tierra?
Te
lloré cuanto te tenía que llorar, me enojé lo que me tenía que enojar, y finalmente
me resigné. No es fácil, pero aquí y ahora te dejo ir, junto con todo lo que
alguna vez sentí por ti. Y es que no te dejo de querer, sólo que ahora es otro
tipo de querer.
Y a
pesar de todo esto, hay algo que me duele, y sospecho que me dolerá por
siempre, pues un día tus palabras fueron: “si te hubiera conocido antes, te
habría querido mucho”. Porque me diste a entender que había logrado llegar a
las puertas de un paraíso; un paraíso al que jamás iba a poder entrar.

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