Salsa roja
Te miro, te veo, te observo y te contemplo,
y me pierdo al apreciar la belleza de tu cuerpo,
por quedar inmerso en lo profundo de tu alma.
Respiro tu cabello y este entra como oxígeno a mi cuerpo que da energía y movimiento a mis músculos, tendones y huesos.
Porque quiero respirar de las flores que crecen en el meridión de tu vientre,
y acariciar tus senos nubosos, que en un día nublado esconden y opacan al sol.
Porque quiero enredar tu cintura con mis dedos de estambre,
amarrarte a mi cinturón y llevarte por siempre conmigo.
Porque quiero pasearme por tus preciosos lunares hasta recorrer la cordillera de tus piernas, la serranía de tus brazos y perderme por los caminos de tu espalda.
Porque quiero sembrar besos en las fértiles tierras que son tus tiernos labios,
y atesorar los frutos en el guacal de mi corazón.
Porque quiero ser el metlapil que muele maíz en tu metate,
y el tejolote que hace salsa roja en tu molcajete.
Porque quiero que tu corazón palpite cerca del mío,
y ser el tambor que da ritmo a tus movimientos,
preciosísima nahuala que encantó mis pensamientos.
Y porque quiero peinar tus cabellos con las espinas del huizache que creció en mi corazón,
y darte a beber del pulque de mis labios.
Porque amo reflejar mis ojos en la laguna cristalina de tu mirada,
y nadar desnudo hasta que se haga de noche.
Ahógame en tu aliento, y dame a comer tus suspiros.
Tócame con tu tersa mano,
convierte mi carne, mi sangre y mis huesos en oro,
fúndeme al calor de tus besos,
y cuando esté en estado líquido,
úsame como tinta para tatuar tus piernas, tu vientre, tu espalda y tu corazón.
Y has un tatuaje que se extienda hasta el horizonte de tu cuerpo,
que recorra tus venas y que descienda hasta el polvo de tus pies.

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